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FIN DE SEMANA EN PALLARS

Siempre he sido una persona a la que la playa no le ha llamado mucho la atención. Si no, que se lo digan a mi madre y a mis problemas con pisar la arena desde bien pequeñita. Tampoco era de las que iban mucho a la montaña… hasta hace unos pocos años en los que comencé a disfrutar muchísimo de lo que la montaña y su entorno podía ofrecer. Y hablo no sólo del paisaje sino también de su gastronomía. Porque, no nos engañemos, este blog va tanto de viajar como de comer. Para mí, un viaje se compone de muchas partes cuyos cimientos son la respuesta a estas tres preguntas: ¿qué voy a hacer? ¿qué voy a probar? ¿y qué voy a comer? Pues todo eso lo encuentras pasando un fin de semana en Pallars.

Cuando todo este terremoto de la pandemia nos alcanzó, tuve que, como muchas otras personas, deshacer mis planes originales para el año, especialmente en lo referente a la movilidad y a mis queridos viajes. Y no sólo por un tema de cuarentena, sino porque la situación económica me arrastró formando parte de los afectados por un ERTE. Pero algo no cambió. Mis ganas de viajar, esa Wanderlust que llevo dentro seguía ahí y fue cuando seguí mis propios consejos de cómo viajar y hacerlo más barato.

No podía permitirme un gran viaje, lejos o incluso durante muchos días, así que decidí quitarme el gusanillo con un viaje de fin de semana a una comarca catalana que aún no conocía. Pallars Jussà es la última comarca de Cataluña por el Oeste pegada al Pirineo. Montaña y tranquilidad me aguardaban.

Una vez que tenía destino y transporte, iría en coche (está a unas dos horas y media de Barcelona), sólo necesitaba un alojamiento. Decidí seguir mis consejos tanto para encontrar el ideal para mí en estas circunstancias como para encontrar el mejor precio y acabé  reservando directamente con el alojamiento. Me decanté por el albergue La Solana que me ofrecía un alojamiento básico pero limpio, garantías de tranquilidad y aislamiento y una piscina en el pequeño pueblo de Salàs de Pallars. Y fue todo un acierto. El dueño nos dio un trato super cercano y amable y gracias a él, pudimos disfrutar de todo lo que los alrededores ofrecían. Mi compañero de viaje esta vez sería mi chico y nuestra decisión fue tomarnos las cosas con calma y disfrutar del entorno sin prisas, sin guión y haciendo lo que nos apetecía. Y así comenzamos.

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VIERNES

Llegamos el viernes por la tarde y nos atendió el dueño enseñándonos la habitación, explicándonos las opciones que teníamos para hacer en la zona y las normas que debíamos seguir, no sólo correspondientes al albergue, sino en pos de respetar las medidas de seguridad estipuladas a causa de la situación actual. Tras lo cual, y teniendo una piscina espectacular, decidimos darnos un chapuzón, refrescarnos y echarnos unas partidas al ping pong y futbolín que hay en el establecimiento mientras pensábamos qué haríamos durante el fin de semana.

Tras la ducha, bajamos para comentar nuestra decisión con el dueño para que nos orientara sobre la mejor forma de llegar a los puntos a visitar y fuimos al centro del pueblo en busca de un restaurante para cenar. Resulta que el pueblo sólo tiene dos restaurantes así que la decisión fue fácil. Probaríamos ambos, uno cada noche.

Cenamos primero en el restaurante L’Era d’En Balust y debo decir que salimos encantados. Lo primero que te enamora cuando llegas es el lugar. En una especie de patio interior abierto, flanqueado por dos portones abiertos que te invitan a entrar al patio y tomar asiento en un rincón íntimo y bien ambientado. Te enamoras al instante y sólo esperas que la comida tenga tan buena pinta y sepa tan bien como el lugar te hace parecer. Y no decepciona.

La carta está llena de bocatas, tapas, carnes, pizzas y tostas que harán las delicias de todos los comensales. Con materia prima de calidad y km 0, lo más sorprendente es que siendo tradicional, tiene toques de vanguardia que hacen que realmente el plato funcione. Nosotros nos decantamos por la tapa de entrecot, el bocata de magret de pato con toques cítricos y tropicales y el cabrito a la milanesa. De postre, probamos el coulant de chocolate y el helado de chocolate blanco con violetas.

Todo ello sorprendente y buenísimo además de con cantidades suficientes para salir más que saciado. El precio es medio y la única pega que pueden tener es que se llena enseguida por lo que te recomiendo reservar si no quieres quedarte sin mesa. Tras la cena, dimos un paseo por el pueblo y nos fuimos a dormir para estar descansados al día siguiente.

SÁBADO

Una vez despiertos, solemos madrugar tanto en casa como en nuestros viajes para aprovechar el día, dimos cuenta del desayuno que está incluido en el albergue por el mismo precio. Sencillo, pero suficiente como para ponerte en marcha.

Compramos pan y embutido para hacer picnic en uno de nuestros puntos del día y nos dirigimos al primer destino marcado, el estanque natural de Montcortès.

Tardamos unos 40 minutos en llegar ya que parte del camino se hace por un sendero de tierra de un solo sentido. Aparcamos justo en la parte alta del lago donde hay una zona de parking pequeña (si vas en verano te recomiendo que vayas temprano o no encontrarás sitio) y, desde este aparcamiento, tardamos unos 10-15 minutos caminando hasta la orilla del mismo.

El estanque es de los pocos del tipo no glaciar que hay por la zona de los pirineos y el agua que contiene es alimentada por la lluvia y por el filtrado de agua subterránea. Por eso, pese a las temperaturas de verano, el lago está lleno y puedes bañarte sin problemas. Sus aguas son frescas sin resultar insoportables y te recomiendo que lleves escarpines ya que las dos o tres entradas al agua son por accesos de rocas y pequeñas piedras. Si vas con niños, ten en cuenta que hay un pequeño salto y enseguida no tocas pie. Es un lugar tranquilo, lleno de juncos y vegetación donde puedes tomar el sol y darte un baño refrescante. Incluso puedes llevar un picnic y pasar el día.

Como teníamos muchos más lugares que queríamos visitar, continuamos tras unas dos horitas de baño y sol hacia nuestro siguiente destino, un pueblecito medieval llamado Peramea.

Este pueblo se encuentra a 15 minutos en coche del estanque de Montcortès y su casco del siglo XI es considerado conjunto de interés histórico. El lugar tiene un encanto y una belleza que no te dejará indiferente.

Una vez visitado este pequeño pueblo, decidimos ir al pantano de Sant Antoni y aprovechar para tomar el sol, comer y hacer un poco de deporte acuático. Este pantano es bastante extenso y recorre desde La Pobla de Segur a Talarn (cerca de la capital de la comarca Tremp). Existen distintos puntos de acceso para baño y nosotros probamos dos de ellos. El primero está muy cerca de La Pobla de Segur, cerca de un lugar al que llaman Xiringuito y que está marcado con carteles bastante rústicos. En Pobla de Segur, después de la primera rotonda dirección al pueblo, sale un camino a la derecha que recorre el río por el lado izquierdo (según te diriges al sur). 

Pasear por sus calles que se van ensanchando y contrayéndose casi a voluntad y visitar su iglesia y las vistas desde ella es increíble. Si tienes sed, te recomiendo que te tomes algo en el único bar que hay y disfrutes de la tranquilidad y la belleza de un pueblo que apenas tiene 80 personas censadas.

Se trata de un camino de tierra de doble sentido donde verás anunciada la salida al xiringuito. En el mismo, podrás pedir bocatas y bebidas si no te has llevado tu propia comida y, lo más interesante, podrás alquilar kayak y piraguas para hacer un poco de deporte acuático en el pantano. El precio es de 5€/hora por un kayak individual y las vistas son impresionantes. Si no te apetece hacer deporte, siempre puedes tomar el sol y darte un buen baño. El agua está fresca y hay una gran zona de árboles para protegerte del sol. La única pega es que no es una zona de arena y no llevar escarpines puede suponer un problema para tus pies.

Si te apetece darte un baño, pero con una zona más arenosa donde tus pies no sufran tanto, te recomiendo que vayas al acceso del pantano por el pueblo donde nos hospedamos, Salàs de Pallars. Para acceder, tienes que seguir las indicaciones de la estación de ferrocarril y encontrarás el aparcamiento a pie de pantano. Durante la cuarentena y el COVID-19, el acceso tanto a pie como en coche está controlado con reducción de su aforo habitual. 

También hay un chiringuito llamado Piolet Xperience donde puedes comer bocatas y bebidas y puedes alquilar material para hacer kayak, piragüismo, paddle surf y trekking acuático. Para que te hagas una idea, el precio de alquiler para hacer kayak individual es de 15€/hora. Te recomiendo que alquiles uno doble por 18€/hora para pasear en pareja si lo has hecho antes y consideras que dominas un poco esto de remar. Si no, mejor coge individuales para que cada uno pueda manejarse. El doble es más complicado porque debes compenetrarte remando. 

Elijas la opción y el acceso que elijas, estoy convencida que disfrutarás mucho del día o del rato que estés ahí. Recuerda que el acceso, en ambos casos, está limitado a las plazas de parking existentes y que es una zona muy popular en el área para el baño.

Cuando terminamos de disfrutar del pantano, nos fuimos al albergue a ducharnos y prepararnos para nuestra segunda cena. Tuvimos la suerte de conseguir cena a las 20.30pm llamando esa mañana. Normalmente, en esta época, los dos restaurantes se llenan enseguida así que si vas a estar por la zona, te recomiendo encarecidamente que llames para reservar días antes.

En nuestra segunda noche, fuimos a cenar a L’Era de Salasse, una trattoria pizzeria que me dejó encantada. El lugar, ya por sí mismo, tiene un encanto y una atmósfera que te invita a entrar y a comer. Detalles como el piano de pared, los rincones decorados o el mural de burros músicos que te hace recordar al cándido Tonto de los trotamúsicos.

Después, pruebas su comida y te das cuenta que has acertado de pleno. Sus pizzas, aunque de origen italiano, están rellenas de materias primas de la zona y te encuentras con auténticas obras culinarias como la pizza de l’ou com balla o la salasse. Tienen también pasta fresca y unos entrantes increíbles, destacando la fondue de queso francés artesanal con focaccia. Como postres, me quedo con el tiramisú que como sabéis, es de mis favoritos.

Todo esto, además, con un servicio muy atento y amable que te asesora y te ayuda en la elección. Tiene precios similares al otro que hay en el pueblo por lo que, si tienes la oportunidad, prueba ambos y no te quedes con la espinita. Y tras una deliciosa cena, decidimos dar un paseo y dirigirnos al albergue a descansar para abordar nuestro último día en la comarca.

DOMINGO

El domingo, nos levantamos más tarde ya que no teníamos tantas paradas previstas. Desayunamos en el albergue y, tras recoger las cosas, dejamos la habitación y nos encaminamos a otro pequeño pueblo medieval llamado Rivert, situado a 15 minutos del albergue por una carretera llena de curvas y estrecha medio asfaltada.

Un pueblo con encanto y casi vacío en la montaña, está protegido por la roca y tiene unas vistas impresionantes de la zona. Por todo el pueblo ves pequeños riachuelos de un color verdoso (de ahí procede el nombre del pueblo “riu vert”). El pueblo se puede ver perfectamente en unos 30-40 minutos y apenas escuchas algo más que el piar de los pájaros. Es un lugar con una calma infinita en la que no tendrás ni cobertura y verás muchos rinconcitos encantadores y varias casas deshabitadas donde el agua es el protagonista. 

Tras nuestra pequeña parada en este pueblo, nos decidimos a ir al río Flamisell a darnos un chapuzón. En origen, nuestra intención era hacer trekking acuático (un poco de senderismo dentro del agua), pero el agua bajaba con bastante fuerza y muy lleno para la época del año por lo que consideramos que no era muy recomendable hacerlo por seguridad y nos decantamos por darnos un chapuzón. 

Para llegar, tienes que dirigirte a Pobla de Segur y luego seguir indicaciones a Pont de Suert. Por el camino y poco antes de cruzar un túnel, verás un cartel de Congost d’Erinyà. Coge la salida y bajando el camino, enseguida verás una zona de parking donde podrás dejar el coche. No es muy amplio por lo que deberás llegar temprano si quieres aparcar. Al río puedes acceder por una bajada que hay o andar un kilómetro aproximadamente continuando la carretera y bajar por el siguiente acceso (bastante más fácil de bajar). En ambos casos, te encuentras con una zona ideal para dejar tus cosas e incluso tomar el sol y poder darte baños refrescantes en el agua. 

Nuevamente te recomiendo llevar escarpines. Además, ve con cuidado si ves que el río baja con fuerza porque es fácil que la corriente te pueda llevar. Asegúrate de ir por los laterales del río hasta un pozo que puedas ver y te dé estabilidad. Y recuerda que es un río por lo que el agua estará muy fría.

Vimos a familias que se llevaban el picnic para pasar el día y comer ahí. Sin embargo, nuestra idea no era esa, así que cuando estuvimos un par de horas, cogimos el coche y nos decantamos por ir volviendo a Barcelona. Decidimos parar en Cervera, pueblo de Marc Marquez, a comer y pasear. Tras esta parada, nos dirigimos a casa donde acabó nuestro fin de semana en Pallars, una zona que estoy deseando seguir explorando en el futuro.

4 Comentarios

  • Laura Sans Martí

    Sembla molt interessant aquesta zona, la veritat. Del Pallars només conec la zona del Pallars Sobirà, així que em queda pendent tot el Pallars Jussà 🙂 Moltes gràcies per les recomanacions, sobretot de llocs xulos on fer un bany al mig de la natura.

  • Isabel Resina Gallego

    Nuestra semana santa del 2020 iba a ser por esta zona, hubo que anularla y pensamos que lo intentariamos de nuevo en el 2021 y va a ser que no, porque aunque nos podemos mover por la comunidad haremos cositas más cerca de casa. Lo dejamos en el tintero para cuando se pueda.

    • wanderfoodiegirl

      Por supuesto que sí. Seguro que antes o después lo conseguimos. También tuve que anular ideas de viajes y viajes debido a esta situación, pero me quedo con que algún día lo conseguiré. Mientras, échale un vistazo a mis artículos por si hay algo que pueda servirte en tu próxima visita a esta espectácular zona ?

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