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4 DÍAS PARA UNA PRIMERA VISITA A BERLÍN

Pese a que Berlín me atraía como ciudad desde hacía mucho tiempo, no había encontrado el momento para visitar esta bella ciudad hasta hace un par de años en los que encontré 4 días para una primera visita a Berlín. Al mismo tiempo, conseguí estrenar mi año como más me gusta, viajando. Seguramente fue el viaje más friolero de todos ya que Berlín en Enero es una odisea, pero una bonita de vivir y, sobre todo, muy barata.RGANIZANDO EL VIAJE

PREPARATIVOS DEL VIAJE

Una vez que tuve los días libres, comencé a buscar vuelos y el hotel según mis propios consejos. El hotel elegido, en este caso, sería el Gat Point Charlie, un hotel de 4 estrellas muy cerca del famoso Checkpoint Charlie y a unos pasos de muchos de los lugares que quería visitar.

Otra de los temas que tuve que resolver (y que hasta la fecha no había tomado muy en cuenta en otros viajes) era una buena ropa de abrigo que incluyese guantes, gorro, bufanda y ropa térmica. Porque si de algo es famoso Berlín es de sus bajas temperaturas que tuve la gran suerte de no sufrir en exceso. Mis temperaturas más bajas fueron de -5ºC.

Por último, hice una búsqueda y me organicé un poco los días mirando qué quería ver, dónde estaba y cómo me desplazaría por la ciudad. Me gusta organizarme un poco para poder aprovechar más el tiempo y no ir perdida. A veces no lo hago, pero en este viaje merecía mucho la pena.

Es entonces cuando descubrí la Berlín Welcome Card y me di cuenta que, para este viaje, era la opción ideal. Se trata de una tarjeta de transporte que incluye descuentos para museos. Y como la idea era visitar algunos, me pareció que era lo mejor. Siempre es importante echar un vistazo a esto y también fijarse realmente cuántos días la necesitarás de verdad y no cuántos estarás en la ciudad. Por ejemplo, en mi caso cogí la de 3 días a pesar de que estaría 4 y también cogí la que incluía el transporte al aeropuerto. De hecho, puedes comprarla allí mismo cuando llegas. Esto se encuentra en casi todas las ciudades de Europa y es una muy buena forma de abaratar costes si realmente las usas.

Otro tema que miré muy bien, porque tenía mucho interés, es si algún museo o lugar que quería visitar necesitaba reserva previa para no encontrarme que no podía entrar una vez estuviera allí. Así es como descubrí que para entrar al Reichstag (sí, Alemania te abre las puertas de su congreso de diputados y te explica cómo funcionan y su historia) hay que reservar previamente y con cierta antelación para tener entrada. Eso hace que organizarte sea incluso más fácil. Ya me había pasado en el Capitolio de EEUU en Washington y es un acierto. A mi me ayuda a entender cómo funcionan en el lugar y compararlo con nuestro sistema. Sin duda, aprendes mucho y te da una mejor visión.

Solo quedaba esperar a que llegara el día que realmente se hiciera realidad el viaje.

Vistas desde el avión

DÍA SOBRE LOS JUDIOS Y II WW

Me decanté por el primer vuelo de la mañana Barcelona-Berlín lo que me dejó bien temprano en la ciudad. Es una de esas ciudades con un transporte super bueno que conecta la ciudad con el aeropuerto. Hay un tren (el Airport Express) que pasa cada 30 minutos y que te deja en el centro con buenas conexiones en metro/bus al resto de la ciudad y por unos 3-4€.

Sin embargo, si tienes la Berlín Welcome Card con transporte, está incluida.

Tras registrarme en el hotel (para dejar mi maleta y empezar a explorar) me aventuré a mi primer día que había previsto pasarlo siguiéndole la pista a la época nazi y la persecución de los judíos.

Moumento a los Judíos de Europa Asesinados

Es por ello que mi primera parada fue el monumento a los judíos de Europa asesinados o monumento al Holocausto. Quizá no parezca la mejor forma de comenzar un viaje, pero en una ciudad como Berlín en el que la historia reciente se palpa en el ambiente, no me pareció mejor forma de iniciar mi visita. Había oído y visto mucho sobre ella y estaba deseando vivir la experiencia.

Diseñado por el arquitecto Peter Eisenman y por el ingeniero Buro Happold, se trata de un campo inclinado de 19.000 metros cuadrados cubierto por una rejilla cuadriculada en la que están situadas 2.711 losas de hormigón. Las mismas están diseñadas a propósito para producir una atmósfera incómoda y confusa y, de hecho, todo el monumento busca representar un sistema supuestamente ordenado que ha perdido contacto con la razón humana. 

Y créeme cuando te digo que es precisamente la manera en la que me sentí cuando estuve ahí dentro. En esa especie de laberinto ordenado que te genera una sensación de claustrofobia y te hace sentirte atrapado. Debo decirte que tras haber estado en el momento de la caída de las torres gemelas en Nueva York, este monumento me hizo sentirme aún peor y más vulnerable que el mayor atentado que ha vivido EEUU y el mundo occidental actual. Y en el segundo, lo vi en directo por televisión mientras que el primero no había nacido.

Monumento a los Judíos de Europa Asesinados

Curry At the Wall

Tras esta visita, me dirigí hacia uno de los museos que no puedes obviar para poder empaparte de este momento tan crucial de nuestra historia, la Topografía del Terror. Pero antes, comencé con mi particular búsqueda de la gastronomía local y me acerqué a uno de los lugares que más visité durante mi estancia, Curry at the Wall. Un lugar donde probar la mítica CurryWurst, una salchicha alemana con ketchup y mostaza molida acompañada por unas patatas fritas que harán las delicias de tu yo más insano. Además, es el lugar perfecto para entrar en calor y tomar una bebida para continuar con el día. Y justo al lado de mi siguiente destino.

Reponiendo fuerzas en Curry At the Wall

Topografía del Terror

Al acabar la pausa para comer, tocaba seguir la ruta judía que me llevaba a la Topografía del Terror, un lugar que, de por sí, te pone los pelos de punta ya sólo por el edificio en sí mismo. Se trata de un edificio neobarroco que, en 1933, se convirtió en la sede de la Gestapo. Por tanto, este era el lugar al que mandaban a los opositores del régimen nazista y en cuyos sótanos eran interrogados y torturados.

No en vano, dentro del edificio se encuentra, muy seguramente, la mayor colección de fotografías y textos que detallan la historia de este sórdido y cruel aparato de seguridad que Hitler mantuvo activo desde 1933 a 1945.

La entrada es gratuita, pero debo advertirte que las imágenes y los textos expuestos pueden herir la sensibilidad por lo que si vas, tenlo presente. De hecho, yo no pude acabar la exposición por la impresión que me dio, pero me ayudó a entender mejor lo que se vivió y eso creo que hace que la visita mereciera mucho la pena.

Rincón del museo

Bebelplatz & Gendarmenmarket

Después de esta parada, me decanté por ir a ver una plaza que también tiene su parte de historia en esta ciudad. Y no podía ser otra que la Bebelplatz, una plaza célebre por ser el lugar donde se produjo la quema de libros por parte de los camisas pardas y las juventudes Hitlerianas el 10 de Mayo de 1933. Instigados por el ministro de propaganda Joseph Goebbels, se quemaron unos 20.000 libros. Hoy día es una plaza pública que poco te llamará la atención, pero es un lugar que hizo historia y que todos conocemos.

Como ya se hacía tarde, tras esta visita me decanté por volver al hotel pasando por la famosa plaza Gendarmenmarkt. Construida en el siglo XII, es el lugar de las famosas iglesias gemelas barrocas. Ambas datan del siglo XVIII, pero pertenecen a diferentes Iglesias. Mientras que la de zona norte fue construida por los hugonotes franceses, la del sur fue construida por la iglesia luterana. Un ejemplo claro de convivencia y aceptación entre dos religiones del que bien podríamos aprender todos.

Camino al hotel, cené en un restaurante vegetariano llamado Samadhi y me pasé por la última parada obligada por la cercanía al hotel, la del Checkpoint Charlie. Punto de paso entre la Berlín oriental y la occidental de la Guerra Fría. Tras el levantamiento del muro de Berlín, el alcalde del Berlín Occidental consiguió que sus ciudadanos pudieran visitar la parte oriental con permisos, pero con restricciones. Y este puesto era el lugar por el que debían pasar.

Tras conseguir la habitación, tocaba descansar y prepararme para el día que me esperaba.

Bebelplatz

Si prefieres hacer este día con un guía, te recomiendo el paseo al Berlín Histórico.

DÍA DE DESCUBRIR LA CIUDAD

Si algo me gusta, y ya lo sabes, es el desayuno en un hotel y el de Gat Point Charlie no defrauda. Tanto me gustó que aún recuerdo los batidos o zumos que hacen en el momento. Una maravilla de frescor y vitaminas que te levanta el día. Esp si aún no lo ha hecho verte de viaje y en una ciudad como Berlín.

Visita Guiada por la Ciudad

Tras el festín, tocaba seguir con la ciudad y hacerme con ella. Aunque normalmente siempre hago esto el primer día, por falta de disponibilidad, tuvo que ser en mi segundo día. Te hablo, como no, de hacer un free tour. Como ya te he comentado en otros artículos, me encanta encontrar un free tour (recuerda que no es gratis per se sino que pagas la voluntad al final del recorrido) que me enseñe la ciudad y me de un poco de historia general de la misma. Y es algo que no podía dejar pasar en una ciudad como Berlín con tanta historia que contar, ¿no te parece?

Así que con la reserva hecha, me dirigí a la puerta de Brandenburgo desde donde comenzaba la visita y me armé con un café con leche bien calentito que me ayudara no sólo a terminar de despertarme, sino para entrar un poco en calor dadas las bajas temperaturas. Soy de la idea de que una sopa o un café con leche en mano es la mejor forma de pasear por una ciudad en pleno invierno. Y te aseguro que funciona.

Conocí a nuestro guía (español residente en Berlín) y nos aventuramos a un sinfín de nuevos datos e historias que me hicieron enamorarme un poco más de la ciudad. Visité lugares como la catedral de Berlín (a la que posteriormente le hice una visita interior por mi cuenta), el Reichstag, Alexanderplatz y varias zonas más recorriendo la ciudad y descubriéndola a lo largo de su historia. Descubrí que Berlín no sólo fue una ciudad muy castigada (algo que ya imaginaba), sino que su sobriedad y cicatrices es algo que han decidido mantener como recordatorio de lo que fue y podría suceder si no se perdona y avanza. Si quieres disfrutar de la visita como yo hice, te dejo el enlace a la empresa con la que yo suelo hacer mis visitas.

Puerta de Brandenburgo

Einstein Unter den Linden

Cuando finalizó, y haciéndose la hora de comer, me dirigí a un restaurante que había visto por la mañana y me había llamado la atención, el Einstein Unter den Linden. Un restaurante austríaco con comida bien elaborada, servicio impecable y un ambiente super acogedor y muy de mi estilo. No es especialmente barato, pero tampoco tiene precios desorbitados y la calidad y cantidad en sus platos hará que te valga la pena. Si, además, eres un amante del té o café, tienes la gran suerte de estar en un lugar con una gran variedad. Además, están bien surtidos de tartas y postres con qué acompañarlas, por si no te apetece comer pero si refugiarte en un lugar encantador.

Entrada al restaurante

Catedral de Berlín

Tras la parada, me dirigí a visitar la catedral de Berlín, un lugar espectacular con una cúpula que tiene unas vistas de 360º increíbles de la ciudad. Fue construida a finales del s. XIX y principios del XX y lo que más te llama la atención del exterior es su cúpula de cobre con ese característico color verdoso que a mi tanto me gusta. El edificio fue arrasado por las bombas durante la II Guerra Mundial (como casi toda la ciudad) y reconstruida posteriormente. 

La cúpula, como te ya te he dicho, es lo más espectacular así como el acceso a la misma. Y es que sólo está hecho para valientes ya que tienes que subir 270 peldaños y caminar entre vigas como si te creyeras Quasimodo en Nôtre Dame para acceder a él. Eso sí, es un lujo disfrutar de esas vistas espectaculares, frío y viento incluidos. 

Cúpula de la catedral

Barrio Judío

Tras la visita y haciendo una pequeña parada en Alexanderplatz y la torre de televisión, me dirigí al barrio judío de Berlín, lugar de mucha historia y de mucho heroísmo. Aunque el edificio que más te llama la atención es el de la Sinagoga Nueva. Se llama nueva porque prácticamente no quedó nada tras los bombardeos de la II Guerra Mundial y levantaron la existente en el mismo solar que la anterior. 

Pero, aunque a primera vista esto sea lo que más llama la atención, es el suelo en el que tienes que fijarte. En él, encontrarás unos adoquines dorados. Y te preguntarás por qué. Pues se trata de una iniciativa del artista Gunther Demnig, titulada “aquí vivió” y representa a aquellos judíos deportados que vivieron ahí. Cualquier persona que sepa donde vivían originalmente en Berlín puede solicitar que se coloque un adoquín dorado en la calle junto a la entrada de la dirección. Dicho adoquín contiene el nombre de la persona, su lugar y fecha de nacimiento y su lugar y fecha de muerte. Lamentablemente, verás muchos cuyo final fueron los campos de exterminio. De hecho, gustó tanto que no sólo la podrás encontrar en esta ciudad sino que por varios países de Europa. 

Y este monumento viviente, también te hará recordar la “noche de los cristales rotos”, un evento orquestado por Goebbels y que ha pasado a la historia por la brutalidad de los actos que ocurrieron esa noche. 

También debes fijarte, mientras caminas por las calles Krausnickstraße y Große Hamburger Str.n en los edificios restaurados. En las fachadas verás como se conserva al menos un metro cuadrado de superficie sin restaurar. Y te preguntarás por qué, yo al menos lo hice. Pues bien, estas calles fueron de las más castigadas durante los bombardeos y la idea es que la renovación de las fachadas no impida hacerse a la idea de cómo quedó la ciudad tras la guerra. Se trata de no olvidar de lo que somos capaces y hasta dónde puede llevarnos el odio y la falta de entendimiento.

Adoquines dorados en el barrio judío

Museo Blindenwkstatt Otto Weidt

Pero no sólo el exterior llama la atención en este barrio tan lleno de historia y en eso destaca el museo de Blindenwerkstatt Otto Weidt que cuenta la historia del taller para ciegos de Otto Weidt. Durante el Tercer Reich, este edificio fue el lugar de trabajo de judios ciegos y sordos bajo la protección de Otto Weidt. En él, se fabricaban escobas y cepillos y en el mismo, Otto conspiró para salvar la vida de miles de judios dándoles trabajo, reubicándolos e, incluso, escondiéndolos como se pueden ver en las habitaciones del mismo museo. Sin duda, una buena muestra de que en cualquier maldad, siempre hay un poco de humanidad y bondad. 

Cerca tienes también un museo basado en Anne Frank, pero no puedo darte detalles ya que no llegué a visitarlo.

Mural a las afueras del museo

Arte callejero

Pero no todo en este barrio es triste y deprimente y hoy día es el barrio que alberga a un mayor número de artistas de toda la ciudad en los comúnmente llamados patios del barrio judio o Hackechse Höffe. Se trata de 8 patios interconectados con 3 salidas a 2 calles donde perderse y disfrutar de un poco de arte callejero y de las sorpresas que sus rincones puedan ofrecerte. Creados por la familia adinerada Hackescher Höffe a principios del XX, se construyeron para conseguir más luz natural en las plantas bajas de la casa. Lugar de trabajo y entretenimiento, está lleno de creatividad en cada pared y de lugares donde tomar algo. Los más conocidos son Heckmann Höffe Oranienburgerstrasse y Sophien Grips Höffe Sophienstrasse.

Tras tomar una cena ligera allí, volví caminando al hotel admirando también el East Side Gallery donde se alberga un sinfín de graffitis en el trozo intacto más grande del muro de Berlín que existe. Puro arte que hace frente a uno de los momentos más negros de la historia reciente del planeta.

Si lo tuyo es el arte callejero, quizá te interese esta visita guiada al Berlín alternativo.

Mural Arte Callejero

DÍA DE LOS MUSEOS Y LA BERLÍN IMPERIAL

Tras el día largo e intenso del día anterior, hoy tocaba algo menos reciente y más cultural para paliar esa sensación de que Berlín es sólo guerras y destrucción. Porque aunque hay mucho de eso, también hay otras cosas imprescindibles en 4 días para una primera visita a Berlín que no te dejarán indiferente.

Palacio Charlottenburg

La primera parada, por ser también la más lejana a donde me hospedaba, era el Palacio de Charlottenburg al que se accede muy fácil en bus o metro (gratis si vas con tu Berlín WelcomeCard). No sé si conocías este palacio, pero una amante de la Edad Moderna e inicios de la Contemporánea como yo no puede perderse un palacio como éste. 

Construido durante el siglo XVII, fue creado como residencia de verano para la esposa de Federico III, la reina Sofía Carlota. De hecho, ella nunca llegó a verlo acabado. Posteriormente, no sólo el palacio pasó a llamarse Charlottenburg en su honor, sino que se cambió el nombre del barrio en el que se encontraba.

El palacio, como casi todo en Berlín, fue bombardeado y reconstruido posteriormente. En sus paredes ha pasado mucha historia y muchos inquilinos, uno de ellos fue Napoleón durante la invasión de la ciudad a finales del siglo XVIII.

Sea como sea, el lugar es espectacular y la entrada viene con un audioguía que te explica todo super bien. Si te gusta Versailles, te encantará este palacio. De hecho, si es famoso este lugar es por el remanso de paz que se vive y por esos jardines tan espectaculares que tiene. Diseñado en un inicio con el estilo francés barroco, pasó a un estilo inglés a finales del XVIII que te hace sentir en la Inglaterra de Jane Austen. Hay incluso un lago y zonas muy extensas donde pasear y perderse.

Si prefieres ir con un guía y aprovechar para visitar Postsdam, aquí te dejo una opción.

Vistas del palacio Charlottenburg desde sus jardines

Isla de los Museos

Tras esta agradable visita matutina, nos decantamos por comer algo ligero de camino a nuestra otra parada del día, la isla de los museos. Llamada así porque es una isla en el río Spree cuya mitad norte está ocupada por la mayoría de los museos de Artes de la ciudad. Un total de seis museos se encuentran en la misma, entre ellos los dos que decidimos visitar, el Alte Nationalgalerie (o Galería Nacional Antigua) y Pergamonmuseum (o museo de Pérgamo).

El primero es una galería que muestra obras de arte del siglo XIX de la colección de la Fundación Cultural de Herencia Prusiana cuyo edificio te hace recordar un templo romano. De hecho, fue creado precisamente con esta intención durante el siglo XIX. En él, se puede ver obras del Clasicismo, Romanticismo y del Impresionismo francés, principalmente. Pero la verdadera razón por la que este museo era una visita obligada para mí es porque conserva obras de uno de mis pintores románticos favoritos, Caspar David Friedrich.

El segundo, el Pérgamo, se centra más en el clasicismo del Imperio romano, griego, el período helenístico (sobre todo de Mesopotamia) e, incluso, del Islam, aunque tiene más zonas. De hecho, podríamos decir que el Pérgamo es el British Museum berlinés. Y sería una aproximación bastante acertada. 

Pero si algo es destacable de este museo de primeros del s. XX es su propio concepto. El edificio no fue construido para albergar las obras, sino que primero se trajeron las obras y, después, se construyó el edificio a su alrededor. De esta forma, las mismas obras forman parte estructural del edificio y así lo percibes cuando estás en su interior.

Pero si uno de estos dos no te convence, no te preocupes. Tienes otros 4 que estoy convencida te ofrecerán algo que te guste. Y si vas en invierno, te prometo que será la mejor forma de resguardarte de la tarde berlinesa y sus bajas temperaturas. Además, recuerda que con la Berlín WelcomeCard puedes tener la entrada gratis o a un precio muy inferior al oficial.

Restaurante Maximilian’s

Tras este día tan cultural tocaba hacer algo para completar este repaso por la época más imperial y de recuerdo a la antigüedad. Y no podía ser de otra forma para mí que a través del paladar. Algo que seguro sabrás sobre mí si me has leído, aunque sea un poco.

Pues bien, me decanté por probar el Maximilians, un restaurante típicamente bavarés tanto en su comida como en su decoración. Y es que no puedes ir a Alemania y no ir a un restaurante como estos donde probar una cerveza alemana, un buen plato de carne y unos postres que quitan el hipo.

Nos decantamos por una sopa de patatas típica muy sabrosa para compartir, un goulash para mí y un codillo para mi acompañante. Si recuerdo algo de ese día y de ese restaurante fue la cara del camarero cuando le comentamos que el codillo sería sólo para uno. Nos explicó que era un plato muy contundente y aún así insistimos. Se veía a la larga que no veía al “flojo” de mi acompañante acabándose el platazo.

Nos comimos los platos acompañados por una cerveza de barril y todo estaba delicioso. Pero lo mejor no fue acabarnos todo, sino la cara de sorpresa y aprobación del camarero que, evidentemente, volvió para comprobar que nos lo habíamos acabado. Nos fuimos encantados con el trato. Así que si vas a Berlín, apúntatelo. Y tras esta cena espectacular y un breve paseo camino al hotel, tocaba decirle adiós a un día de lo más redondo.

El codillo

DÍA TECNOLÓGICO Y EDUCACIONAL

Mi último día en Berlín quería empaparme de la historia más moderna, la que seguía viva y estaba viviendo.

Reichstag

Estaba claro que una visita imperdible era la visita al Reichstag. Para ello, debes reservar con antelación una de sus visitas guiadas o con audioguía que ofrece el parlamento alemán. Estas visitas te explican el funcionamiento del Parlamento, cuáles son sus funciones y formas de trabajar y también te explican la historia y arquitectura del edificio tan espectacular que lo alberga. 

Es una visita casi obligada que necesitas preveer. Te cuento algo que te ayudará a organizarte.

Existe una opción de acercarte a las horas para ver si hay plazas disponibles, pero créeme que no suele haber disponibilidad. De hecho, te obligan a ir una media hora antes y pasar varios controles de seguridad, pero todo el trámite merece la pena. Por las vistas, lo que aprendes y la maravilla que es el edificio tanto en su interior como en su exterior. No en vano la cúpula es obra del gran Norman Foster, uno de los arquitectos modernos más influyentes que existen. Ejemplos de sus obras son la Torre de Collserola en Barcelona o el “pepino” de Londres.

Interior con vistas

Tiergarten

Cuando acabé la visita, me fui a dar un paseo más calmado por el Tiergarten, uno de los jardines más grandes que tiene Berlín y que está al lado del Reichstag y el monumento a los judíos asesinados. Alberga en su interior varias estatuas y pequeños jardines como el de Rosas, una preciosidad. También tienes otros parques como el Venusbassin o el Rododendronhain, entre un sinfín de lugares encantadores donde pasear y disfrutar del día. 

Pero si un monumento me impactó ese fue el proyecto Global Stone, un proyecto de Wolfgang Kraker formado por 5 grandes piedras talladas procedente de los 5 continentes como representación de los 5 pasos hacia la Paz. Las mismas están colocadas para que cada 21 de Junio reflejen el sol y se forme un hilo de luz que las conecte entre sí como si los continentes se hermanaran a través de sus piedras y la luz del sol. Una idea muy bonita de paz y unión entre pueblos. 

Además, el autor asegura que su posición circular permite que, a mediodía, el sol las conecte por una línea de luz invisible a los ojos humanos que da lugar a un círculo imaginario de unión. Sólo tienes que imaginarlo y vivirlo. Por si te interesa: Europa representa el Despertar; África, la Esperanza; Asia, el Perdón; América, el Amor y, Australia, la Paz. Sin duda, una preciosa iniciativa que te calma y te da tranquilidad cuando estás ahí.

Proyecto Global Stone

Museo Alemán de Tecnología

Una vez que comí algo ligero, me desplacé a mi última cita de 4 dias para una primera visita a Berlín, el Museo Alemán de Tecnología. ¿Y por qué? Te preguntarás. Pues porque, aunque no soy de ciencias, me encanta descubrir cómo funcionan las cosas y he aprendido a amar la ingeniería. Y si es alemana, casi que mejor. Pero bueno, también porque adoro conocer la historia y evolución del ser humano y la tecnología es parte muy importante de esa evolución.

Este museo es tanto para niños como para adultos y hay muchas zonas con objetos enormes y muy impresionantes. Pero comencemos diciendo que para que albergue tal cantidad de grandes objetos, tiene que estar en un espacio de iguales dimensiones, ¿no crees? Es por eso que este museo se sitúa en el área de la antigua estación de tren Anhalter Bahnhof que fue destruida, como no, durante la II Guerra Mundial. Entre sus espectaculares piezas, también encuentras una antigua fábrica de cerveza, una herrería y molinos tanto de viento como agua.

Fue fundado en 1982 y muestra muchas facetas de la tecnología a través de la historia de nuestra civilización y vida cotidiana. Sin embargo, quizá lo que más te impresionará es sus grandes exposiciones sobre el mundo del transporte, especialmente la destinada a la aeronáutica con aviones de guerra incluidos o la de trenes con auténticos trenes en su interior. Además, tienen juegos y experimentos para descubrir fenómenos de la física y lo más curioso es que no tienen horarios fijos por lo que encontrarte con ellos y disfrutarlos es un juego en sí mismo. Sin duda, una visita que bien merece una tarde.

Exposición de Trenes en el museo de la Tecnología

Un último paseo me llevó de vuelta al hotel donde cené. El viaje llegaba a su fin y yo me iba más que contenta de conocer esta ciudad que tanto había retrasado conocer.

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