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VISITANDO MARRAKECH (III)

Nuestro último día en nuestra visita a Marrakech comenzó más tarde debido a la salida del día anterior. Nuestro vuelo salía a media tarde y no queríamos irnos sin terminar de ver un par de sitios que aparecen en todos los blogs y guías que habíamos mirado.

Tras dejar nuestra habitación, nos dirigimos andando a nuestra última visita en Marrakech, los jardines Majorelle y el museo de Yves Saint Laurent. Fuimos andando para seguir viendo la vida cotidiana que nos rodeaba. Si hacéis como nosotros, id preparados porque es un camino largo y con zonas que pueden no ser del todo seguras para un turista si vas exponiendo cosas. Anda con seguridad, usa calles principales y llegarás sin problemas.

El lugar está algo apartado pero es bonito y muy colorido. Fue un chalet construido en época colonial por el artista Jacques Majorelle, un pintor francés que adoraba la botánica. Durante la visita, pudimos observar similitudes con el palacio de Bahía. No en vano fue una de las inspiraciones para la construcción de la casa. El azul que se puede ver por todos lados se convirtió en el color azul Majorelle cuyo nombre continúa hoy día utilizándose.

Tras el abandono del complejo por su dueño original, y tras varios años, la casa y su jardín fueron adquiridos por Yves Saint-Laurent junto a su pareja. Ellos comenzaron su rehabilitación y puesta a punto tal y como se conocía y se conoce actualmente. De ahí a que el antiguo taller del artista Majorelle esté ahora destinado a un museo que repasa la trayectoria del modista durante toda su vida y que tampoco nos perdimos. Es una exposición corta, pero hace un buen recorrido y refleja muy bien su legado al mundo de la moda. 

Si bien resulta muy interesante conocer partes de la historia y la cultura mediante la moda y este espectacular oasis, al final es una visita que puedes obviar si no eres un gran seguidor de este mundo. El precio de la entrada es elevado y está retirado de la medina. Aún así, a mi me gustó bastante.

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Se acercaba la hora de comer y fuimos a un lugar que el dueño del hotel y sus amigos nos habían recomendado y que estaba cerca. El restaurante era el Grand Café de la Poste, un local con historia y de ambiente colonial. Originalmente edificio de correos de los años veinte de la ciudad, representa muy bien la Francia colonial de los años veinte mezclado con toques marroquíes. No fue hasta 2005 que un grupo francés lo compró y lo rehabilitó en el restaurante que es hoy día y que guarda el glamour y toda su esencia original.  

Como amantes de la arquitectura que somos, nos encantó el local y nos transportó a un ambiente que sólo hemos leído en libros y visto en películas de época. Han conseguido plasmar muy bien la época y el ambiente y todo eso acompañado de unos platos exquisitos mezcla de comida francesa y marroquí y servido con una impecabilidad y una amabilidad extraordinarias.

Después de la fabulosa comida, nos dimos una vuelta alrededor de la zona comercial que hay alrededor con tiendas mayormente internacionales. Todo esto, camino a nuestro alojamiento donde esperaban nuestras maletas y un taxi que nos llevaría al aeropuerto para coger nuestro vuelo.

Normalmente no solemos llegar con antelación a los aeropuertos, pero en Marrakech no te dejan registrarte y coger tu billete online por lo que debes estar antes allí para pasar los controles de aduanas y poder adquirir tu billete de avión.

Nuestra visita a Marrakech llegaba a su fin al aterrizar por la noche en Barcelona donde nos esperaban para llevarnos a casa.

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