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VIAJE AL DESIERTO DE MERZOUGA (II)

Tras nuestro primer día en este viaje al desierto de Merzouga, nos levantamos para encontrarnos con un desayuno buffet con bastantes productos locales y muy tradicional. También nos pusieron alimentos occidentales, aunque yo os recomiendo probar todo lo local y tradicional que hay y os olvidéis de lo que desayunáis en casa.

Retomamos nuestra ruta para visitar el valle de Dades desde abajo. Y creedme, merece muchísimo la pena ver los poblados y las gentes lavando sus ropas en el río y con sus actividades rutinarias mientras que disfrutas del paisaje rumbo a las cataratas del Todgha, un río situado cerca del valle. 

Sin duda, fue una de las vivencias más espectaculares del recorrido y que he visto en la vida. Este río nace subterráneamente para volver a desaparecer un poco más adelante. Durante su recorrido en la superficie, está circundado por un cañón que no ves a simple vista. Es increíble lo fresca y cristalina que está el agua.

Idier nos dejó al comienzo del cañón para que lo recorriéramos a pie y disfrutáramos del paseo que supone. También nos aconsejó sobre cómo actuar con las personas, sobre todo con los niños, que están ahí para ofrecerte “regalos” y pedirte dinero a cambio después.

Una vez que les declinamos los regalos varias veces, pudimos disfrutar tranquilamente de la magnitud de esta belleza natural y meter los pies en el agua. ¿Y por qué no bañarnos si estábamos a 40º en el exterior? Pues porque el agua está muy fría por su nacimiento bajo tierra. El baño es para los valientes, pero no perdimos la oportunidad de refrescarnos un poco.

Al terminar, cogimos el coche y continuamos. Por el camino pudimos descubrir cómo hacen el aceite de Argán en una de las múltiples cooperativas de mujeres que hay y descubrimos lo que suponen para ellas y para sus familias, incluso, en ocasiones, para su independencia económica. Verlas trabajar mientras cuidan de sus hijos o conversan, esa camaradería entre mujeres, es digna de ver. Porque, aún sabiendo que su nivel de riqueza no es alto, son felices. Las ves sonrientes y cantando juntas. Es algo que a veces olvidamos, ese “menos es más” que no apreciamos siempre.

Otra parada fue en una tienda de ropa y artículos diversos hechos a mano donde Idier nos explicó algo más acerca de la situación que los bereberes viven en Marruecos y cómo funciona a nivel territorial. Quizá fuese hablar de política, pero nos ayudó a entender mejor la situación en la que están y cómo vive el pueblo bereber y el saharaui en aquella zona.

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Una de las cosas más chocantes que quizá descubrimos por el camino es la cantidad de valles que producen oasis increíbles en medio de un desierto que es infinito. De hecho, sólo en ellos vimos pueblos porque es el único lugar donde se encuentra agua. Por nombrar uno, maravilloso en Mayo según nos contaron, es el de las rosas o Kelaat M’Gouna. Un valle que en primavera se llena de rosas y que da lugar al festival de Kelaat M’Gouna. Igualmente, tuvimos la oportunidad de ver cómo se produce y comprar agua de rosas.

Todo esto siempre camino a Merzouga, la ciudad más cerca a las dunas de Erg Chebbi que fue donde pasaríamos la noche. Merzouga es una ciudad conocida por ser la última ciudad lindante con el desierto de dunas Erg Chebbi, pero también por ser la ciudad de los baños de arena según nos contó el guía.

Resulta que en Marruecos, los tratamientos naturales para combatir el reuma y todo tipo de enfermedades se combaten con baños de arena. Tal y como se pusieran de moda en Europa los balnearios durante el siglo XIX, en Marruecos se popularizaron este tipo de baños. Consisten en cavar un hoyo en la arena del desierto e ir introduciendo el cuerpo poco a poco. Siempre con agua para poder combatir las altas temperaturas que coges en el pozo y durante breves períodos de tiempo para evitar quemaduras. Es un Bath marroquí y bastante curioso. Vimos cabezas saliendo de la arena y protegidas del sol en medio de la nada.

Nuestro destino, y la parte que más ansiábamos del día, estaba a muy poca distancia y, tras empezar a ver las dunas, encontramos nuestro punto de salida a la experiencia de pasar una noche en el desierto. El hotel de partida, un hotel espectacular con piscina incluida, tenía unas vistas espectaculares a los dromedarios y las dunas. Dejamos nuestras cosas, y tras una breve explicación, nos montamos y nos pusimos en marcha.

No hay palabras para describir cómo te sientes ante la espectacularidad de verte rodeado de arena hasta donde alcanzaba la vista y sin más compañía que dos jóvenes guías y las 8 personas con las que compartimos recorrido. Estar entre esa inmensidad, te hace sentir pequeña, un grano de arena, insignificante. Te quita el aire rozando lo mágico y espiritual.

El camino no fue fácil ni rápido, pero así pudimos apreciar mejor todo lo que nos rodeaba. Hicimos una parada en el camino para ir a lo alto de una colina de arena y vimos en todo su esplendor las dunas y el atardecer. Tras esta pequeña parada, continuamos rumbo a nuestro campamento. Descubrimos que no sólo hay un campamento y que todos ellos están en la parte limítrofe de las dunas con los pueblos de alrededor, nunca en la parte central del desierto. 

Al llegar, nuestras cosas ya estaban ahí y nos fuimos a refrescar y ver la haima donde pasaríamos la noche antes de cenar. Habíamos elegido una haima superior que incluía el baño dentro de la tienda y nos sentimos como auténticos marajás. El chico que estuvo con nosotros fue muy amable, pero no aceptó sentarse con nosotros a conversar o compartir nuestra cena. Y eso es algo muy común en ellos.

Son serviciales, te ayudan, pero no confraternizan. Tienen muy claro que el turismo es bueno para el país y para su trabajo, pero pasan tantas personas por ahí que no se muestran más cercanos de lo necesario o no pueden. Nosotros no insistimos para no hacerle la situación incómoda y disfrutamos de nuestra cena tranquilamente. Después, tuvimos un espectáculo con música bereber donde nos enseñaron a cantar, bailar y tocar los tambores. Al acabar, nos fuimos a descansar tras un día largo.

Al día siguiente, nos esperaba el tercer y último día en el desierto.

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