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CASA AMATLLER, JOYA DEL MODERNISMO CATALAN

Barcelona es la cuna del modernismo y hay diversos ejemplos increíbles por toda la ciudad. Hoy vengo a hablarte de Casa Amatller, joya del modernismo catalan que ahora puedes visitar gracias a Casas Singulares.

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HISTORIA

Antoni Amatller nació en 1851 en Barcelona en el seno de una familia de chocolateros. Se convirtió en un representante de la burguesía ilustrada catalana del cambio de siglo, surgida de la Renaixença y que entre otras cosas hizo posible el modernismo gracias a su mecenazgo. Casado y separado, vivió con su hija Teresa hasta su muerte en 1910. 

La familia Amatller comenzó su historia con el chocolate con el abuelo de Antoni a finales del s. XVIII, oriundo de Molins de Rei. Éste abrió una pequeña industria artesanal de chocolate en la zona de Santa María del Mar. Teniéndose que marchar a Agramunt por la Guerra de la Independencia, volvió y compró una finca en la calle Manresa. Sus hijos, padre y tío de nuestro Amatller, siguieron y ampliaron el negocio asegurándose la materia prima con el comercio de frutos coloniales. 

Antoni comenzó en el negocio familiar a la edad de 17 años viajando por Europa y visitando las mejores y más modernas fábricas de chocolates y trayendo todas las novedades que se vieron culminadas en 1878 con la nueva fábrica de la compañía en Sant Martí de Provençals e incorporó técnicas publicitarias a la compañía con fotografías y coleccionables que se podían obtener comprando chocolates. Algunas de ellas, actualmente expuestas en la casa. Gran coleccionista y amante del vidrio, se puede ver gran parte de la colección que se conserva en la misma visita.

Teresa, hija de Antoni, nunca se casó y, siguiendo los deseos de su padre, creó una Fundación en 1942 con dos finalidades claras. Por un lado, conservar la casa y las colecciones de la familia; por otro, la propulsión de la investigación de la historia del arte a través del Instituto Amatller de Arte Hispánico.

CONTEXTO HISTÓRICO 

La casa que conocemos hoy día no ha existido siempre. De hecho, ni la manzana en la que está es como era. Y eso nos remonta a 1898. 

El Paseo de Gracia fue el eje principal del Plan Cerdà y, con él, muchas familias burguesas de la época decidieron centrar su residencia en la misma. Será en 1891 cuando el Ayuntamiento cambió la legislación donde se incrementó la edificabilidad y se redujeron las restricciones en lo que a fachadas se refiere. Y esto fue el principio del paseo de Gracia tal y como lo conocemos. Y con él, la historia de la Manzana de la Discordia de Barcelona.

Por si no lo sabes, la historia de la manzana de la Discordia original viene de la mitología griega y fue, según la misma, el origen de la guerra de Troya. Se dice que estaban en la boda de Peleo y Tetis cuando la diosa Eris (la de la disputa) dejó una manzana dorada con la inscripción “a la más bella”. Esto inició un conflicto entre Hera, Atenea y Afrodita por la manzana y Zeus, por no verse envuelto, dejó la decisión al joven Paris de Troya al que hizo llamar. Ellas le sobornaron con distintos dones: Hera, como esposa de Zeus, le ofreció todo el poder que pudiera desear; Atenea, diosa de la inteligencia y la guerra, le ofreció sabiduría y vencer en todas las batallas, y Afrodita, diosa del amor, le ofreció el amor de la mujer. Paris se decidió por Afrodita y ella le dio el amor de Helena de Esparta (posterior de Troya) y eso fue el inicio del conflicto entre Esparta y Troya que acabó con la ciudad.

Volviendo a la manzana de la Discordia de Barcelona, la que nos ocupa, se la debemos a tres grandes arquitectos del modernismo: Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner y Antoni Gaudí y las casas que reformaron entre 1898 y 1906. 

Se dice que la manzana de la discordia es la manzana de Paseo de Gracia entre las calles Aragón y Consejo de Ciento que acoge 3 grandes casas modernistas: la casa Amatller, la casa Lleó i Morera y la casa Batlló. Sus arquitectos tenían una gran rivalidad profesional en la época dada su popularidad y el “pique” que tuvieron por hacer la casa más espectacular y lucida del momento y eso fue precisamente lo que desembocó en el nombre que tiene hoy día.

LA CASA Y SU VISITA

La casa Amatller, joya del modernismo catalan fue comprada por Antoni Amatller en 1898 y le encargó la reforma al arquitecto Josep Puig i Cadafalch que duró 2 años. La casa de tres pisos ya existía desde 1875 y se conocía como Casa Martorell con estilo neoclásico muy propio del plan Cerdà. 

La intervención fue más específica en la reforma de la fachada, planta noble, el vestíbulo, los espacios comunes (escaleras y patio de luces) y el estudio fotográfico que usó Amatller.

Comenzando con la fachada, que será seguramente lo que más te llama la atención, Puig quiso romper con la homogeneidad que Cerdà planteó. Y vaya si lo consiguió. De hecho, si lo piensas, tuvo que ser incluso más impactante porque fue la primera en reformarse y ver esto alrededor de casas homogéneas y más bajas tuvo que ser toda una sorpresa para el viandante. 

Entrando al edificio, la zona de carruajes es increíble, pero si algo destaca es esa escalera de mármol preciosa que da acceso al piso principal y esa claraboya que deja entrar la luz y que preside toda una estancia dándole sentido.

Siguiendo con la visita, toca el momento de entrar al piso principal, vivienda de Antoni y Teresa Amatller durante años y que es una joya en sí misma. De hecho, te dan unos patucos para que no dañes el suelo que sigue siendo original. Pero antes, te cuento una curiosidad sobre la disposición de la casa. 

Todas las casas de la zona tienen su comedor, su lugar de vida pública, hacia la calle principal porque ese era el estilo. Se trataba no sólo de vivir tu vida, sino de exhibir lo bien que te iba. Las casas, especialmente la parte pública, se hacían para ver y ser visto. En Casa Amatller, esto no sucede. El comedor da para la parte del interior, más tranquila y, sobre todo, más caldeada y son las habitaciones las que dan al exterior para ver sin ser visto. 

Esto tiene más que ver con la lógica que con la exhibición y es que, al ser la parte más soleada de la casa, también es la más caliente. No sé si has estado en una casa modernista alguna vez, pero entonces no había calefacción y calentar una casa de cientos de metros cuadrados era… bueno, misión imposible. Es por eso que el comedor/salón solía ser el centro de la vida familiar alrededor de la gran chimenea y los Amatller aprovecharon la orientación de la casa para también ser más eficientes en su día a día. No está mal, ¿no?

Igualmente, el comedor es toda una obra de arte en sí mismo. Con suelos de mármol y mobiliario al estilo medieval, es una pequeña joya enmarcada en un techo con vigas de madera al descubierto. Pero si algo destaca, tal y como te he comentado, es esa magnífica chimenea con alegorías del comercio entre Europa y América y que hacen referencia a la industria chocolatera de los dueños. 

Siguiendo con la visita por Casa Amatller, joya del modernismo catalan, llega el turno de la habitación de Teresa. La habitación es una alegoría a la feminidad en sí misma que ya puedes ver en la puerta donde se presenta a la feminidad acompañada de un gatito con ovillos, ya que también hay una salita de labor al lado, y un perro, símbolo de fidelidad. El mobiliario es obra de un ebanista muy reconocido de la época y lo que más me llamó la atención es el espejo escondido y el rincón que da a la calle. 

De la habitación de Teresa, se pasa a la de Antoni. Pero antes, toca el turno del salón donde se expone parte de la colección de vidrio del propietario en unas vitrinas diseñadas por el mismo Cadafalch. Y es curioso, pero ya en su día el salón se contempló como un “pequeño museo” donde exponer las colecciones de la familia y recibir a personas interesadas en ello. Unos avanzados para la época, ¿no crees? También encontrarás algunos recibos expuestos ya que Amatller guardaba meticulosamente toda la documentación de la reforma y los pagos que hizo. Contemplando la sala, como un visitante más, está el busto del propio Amatller.

La habitación es oscura y contiene un pequeño escritorio donde Antoni trabajaba también. La puerta de entrada también contiene una alegoría, esta vez al propietario. La alegoría del coleccionismo está flanqueada por una gaza con una bolsa de dinero y un par de lechuzas que hacen referencia al control estricto de la economía y la vigilancia constante que Amatller tenía sobre sus negocios. También podrás ver una pequeña sala y el baño que se reformó a posteriori durante los años posteriores a su muerte por su hija.

La visita finaliza en el despacho, el mismo que Antoni usaba para el pago del arrendamiento de sus inquilinos y donde gestionaba sus negocios del chocolate. Sin duda, una de mis estancias favoritas junto al comedor.

Y esta es la visita a la Casa Amatller, joya del modernismo catalan que forma una de las 6 casas singulares que debes visitar en Barcelona.

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